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Afuera de su casa,
Noralba Granados sentada en un reclinado asiento de madera le hace un moño a su
pequeña hija de 10 años. Ambas esperan a Manuel, mototaxista hace dos años, de
ojos verdes cansados de trabajar en una mañana soleada y con 5 mil pesos de
ganancias que le dejó al hacer dos viajes llevando víveres del mercado para una
tienda del barrio Galán. Su esposa lo recibe con beso en la mejilla, le tiene
preparado fríjoles con carne, éste ya tiene servido su plato en una robusta
mesa acondicionada como comedor, el reloj marca las 12 y 25 minutos, el
comensal se apresura, su hija Michel lo espera para que la lleve al colegio.
Mientras prueba su
último bocado, suena en la radio una noticia diciendo que el alcalde está en
Cúcuta realizando gestiones para construir vivienda social en Ocaña, Manuel
lavándose las manos le dice a su esposa “pare bolas mija, pa ver qué pasa con
eso”, se monta en su moto y se lleva a la sonriente Michel a estudiar. Noralba
muy atenta continúa escuchando, mientras empieza a lavar los platos. Y es que
esta familia, haber salido de El Tarra no ha sido fácil. Allá tenían una
parcela en la cual vivían bien, tenían gallinas, patos, conejos, codornices y
cerdos, Manuel tenía un trabajo estable como cultivador de cacao, había
aprendido las técnicas sobre el cultivo, producción y recolección de este producto
gracias a una ONG que había llegado al municipio como plan de cambio para
acabar con la producción de coca, se ganaba casi un millón de pesos, su esposa
también pertenecía al proyecto porque era la coordinadora de las familias que
pertenecían al programa. Fuera de eso, lo que recibían por la crianza de sus
animales les aportaban un valor agregado importante. Pero retaliaciones de
personas pertenecientes a grupos al margen de la ley les venían exigiendo
vacunas para continuar con el proyecto, incluso a un hermano de Manuel lo
habían asesinado por haberse negado a pagar. De un momento a otro, las
ganancias del cacao fueron cayendo, los habitantes a pesar de que estaban bien
decidieron volver al negocio de la coca, empezaban los momentos difíciles.
A pesar de los
problemas, Manuel y Noralba continuaban en pie con el proyecto, trabajaban
mancomunadamente con trece familias, quienes recibían el respaldo de la ONG. A
pesar de las ganas de salir adelante legalmente las retaliaciones de los grupos
al margen de la ley continuaron, esta vez se agudizaron, pues aseguraban que
los terrenos donde estaba sembrado el cacao les pertenecía y que era mejor que
se pusieran a sembrar coca o si no que se atuvieran a las consecuencias. La
situación se tornó peor, porque debido a una plaga que le cayó a las
plantaciones se perdió toda una cosecha.
Un día llegaron dos
hombres en una motocicleta a la casa de Noralba y Manuel, venían con unas
escrituras alegando que ese terreno les pertenecía y que les daban tres
millones de pesos, menos de un cuarto de lo que valía su parcela. Ambos
esposos, acostumbrados a trabajar legalmente tomaron una decisión en medio de
la confusión y el miedo, vender todos sus animales y emprender una nueva vida
en otro lugar.
Fue así como en el año
2005 llegaron al barrio Asovigirón en Ocaña, que en su principio fueron
terrenos invadidos por personas como ellos que venían huyendo de la violencia,
hoy viven en una casa en arriendo, de material pero con piso de tierra y con un
deficiente acueducto y alcantarillado. Su motivación para salir adelante es su
hija Michel de 10 años, por quien decidieron tomar nuevos rumbos huyendo de un
conflicto absurdo azota nuestro país.
Para el defensor del
pueblo, Juan Manuel Martínez el desplazamiento en Norte de Santander es un
crecimiento de distintos problemas sociales. En Ocaña por desplazamiento
forzado han llegado 11.731 familias en los últimos diez años, las cuales
comienza de cero una nueva vida, adaptándose a veces a difíciles condiciones de
subsistencia. Para Martínez esto acrecienta otros problemas como la
desnutrición infantil, la falta de vivienda, la prostitución, drogadicción. Sin
embargo, en la defensoría del pueblo se les hace un acompañamiento para valorar
el proceso que han vivido y así recibir las ayudas pertinentes determinando el
grado de complejidad de los casos, en lo que respecta a Ocaña y su zona de influencia
como lo es el catatumbo.
En nuestro país, según
la ACNUR, existen unos tres millones de desplazados internos, aunque cifras de
los gobiernos dicen que son menos, es innegable que el país continúa todavía
viviendo este flagelo. En cuanto a los refugiados, la cifra no es menos
alarmante 552000 colombianos han pedido protección al gobierno o a otros
países.
Se creería que el
conflicto armado es la primera causa de desplazamiento, pero hoy día están
incidiendo facores como la degradación ambiental, que se está convirtiendo en
una nueva y preocupante causa., así como el agotamiento del agua y el
encarecimiento de los precios de los alimentos, que golpea a los más pobres y
genera inestabilidades sociales.
La secretaria de
gobierno de Ocaña Morly Romero, ha hecho hincapié en la importancia de que
Ocaña implemente planes de atención y contribución al desplazado, por eso
manifiesta que es importante que se busquen nuevos recursos económicos, pues
los que existen para tal efecto no alcanzan. Según la funcionaria de donde más
han llegado desplazados es del El Tarra, pero que también llegan familias y
personas del sur del Cesar y Bolívar.
A su vez manifiesta
que se genera un desbalance social, porque a pesar de la prioridad que se le da
a los desplazados en materia de empleo, salud y educación, también hay familias
pobres de Ocaña que quedan fuera de programas de salud alimentaria y vivienda.
En la unidad de atención y orientación UAO, se presentan diariamente gran
cantidad de familias desplazadas.
El
año pasado se desplazaron 102.956 personas en el país, sin contar con aquellas
que no son reportadas como personas desplazadas. ACNUR también dice que entre
2008 y 2011 más de 1400 víctimas de desplazamiento fueron asesinadas, sin
embargo los culpables de los desplazamientos continúan impunes frente a las
barbaries que cometen con la población civil. A pesar de los esfuerzos del
gobierno para reducir la violencia, diariamente vemos surgir nuevos episodios
trágicos, el país tiene que dar un giro, una revolución que permita vivir en
paz, sin destruirnos a nosotros mismos. A pesar de los indicadores económicos que
muestran estable a Colombia, no hay que desconocer que el desempleo y la falta
de oportunidades se generan en causa por el conflicto armado.
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